sábado, 5 de junio de 2010

Sopor Fláccido.

En su cabeza grandes balas de pólvora,
la muerte juega con la mujer
contoneando sus fláccidas manos
en la película de su terroso llanto;
dejando a los corazones infames
fétidos de erupciones escatológicas,
insinuaciones sucias, fecales.

Alimentando la llama
experimentando el cambio
en el flujo inmundo ahora hecho sopor;
y ella de pie, sentada, o acostada,
convulsionando unas pocas palabras:
no pienses en lo que has hecho,
vuelve a tu esfera, mujer disidente.

Y aterrada por el pago de su gracia,
pues sólo es una mujer mundana, pasajera,
se detiene ante su morada, y siente
que no tiene ninguna otra efervescente coartada;
la mujer no puede hacer nada.

Piensa la mujer que en el crimen
es mejor llevar el chip alterado
por todo el extremo de su costado
aunque por encima de su cabeza,
vuelvan las grandes balas de pólvora,
y camine con éstas de la mano,
se alarme por la extraña risotada;
o sea atrapada en su casa de trabajo
por sus antiguos chiclés malhumorados.

No hay comentarios:

Publicar un comentario