me pediste que siguiera el curso,
que continuara con la vida
así fuera a la deriva;
hoy lo hago con un pie adelante,
pero el otro se me hunde en pesadillas.
Me enseñaste a cantar a solas,
a fijar axiomas en mi memoria
que no me permitieran ser cobarde
ante nada, que me dejaran avanzar
en la soledad a la que me aferraste
para no sufrir gota a gota la deshonra.
Lo supe hacer, fui digna,
lo hice y fue.
Pero me cuesta ésta vida
cuando me puede la agonía,
cuando soporto la infelicidad
que se anida en los anales de mi día a día,
y cuando intento persuadirme a solas
de que verdaderamente te tenías que marchar.
Hoy es otro día en los que me siento perdida,
musa de mi vida.
Me hace falta la inocencia que tenías,
y no hago más que rememorar tu nombre
en mis adentros,
y recordar aquellos tiempos
en los que por cualquier cosa sonreías.
Te extraño infinitamente
y no me importa exhibir las lágrimas
que sufro contenida,
no me importa gritar hasta el fin de mis días
que tú eres lo único que me mantiene con vida.
Y te busco, más por mi estupidez no te encuentro,
y mi juego deviene en malas jugadas,
tan antípodas de la calma y livianidad
del agua de manantial.
Ahora queda el rol de seguir el camino,
de cumplir a voluntad,
y saber habitar con alegría dentro del torbellino
para hacerme fuerte y no decaer más.
No es fácil vivir la decadencia de mi souvenir,
acaso signifique eso sobrevivir
de la única manera en que bien sé hacerlo
todos los días.
Entonces el ritmo se hace fuerte,
es diferente a mí y siento que me puede,
y me cuesta salir del vórtice del mal
en el que me sumerjo traviesa;
no sé cómo desistir del hedonismo de mis copas,
de todos mis vicios, y de mi carencia de voluntad.
Sufro y gozo callada en mi guarida
sintiéndome extraña y excluida de ti,
de mí, de todo, musa de mi vida,
y me reclama el dolor cuando no puedo
y me veo cada vez más hundida.
Pero una cosa sí está clara: Sigo viva por ti.
tan antípodas de la calma y livianidad
del agua de manantial.
Ahora queda el rol de seguir el camino,
de cumplir a voluntad,
y saber habitar con alegría dentro del torbellino
para hacerme fuerte y no decaer más.
No es fácil vivir la decadencia de mi souvenir,
acaso signifique eso sobrevivir
de la única manera en que bien sé hacerlo
todos los días.
Entonces el ritmo se hace fuerte,
es diferente a mí y siento que me puede,
y me cuesta salir del vórtice del mal
en el que me sumerjo traviesa;
no sé cómo desistir del hedonismo de mis copas,
de todos mis vicios, y de mi carencia de voluntad.
Sufro y gozo callada en mi guarida
sintiéndome extraña y excluida de ti,
de mí, de todo, musa de mi vida,
y me reclama el dolor cuando no puedo
y me veo cada vez más hundida.
Pero una cosa sí está clara: Sigo viva por ti.