domingo, 11 de abril de 2010

Sueño.

Hoy vivo y muero de nuevo,
suena extraño,
pero es una gran verdad
que sobre todas las cosas,
días poco usuales defiendo.

Ayer estuve muerta,
fallecí súbitamente
mientras me dolía la sien,
colapsé y me enterré
en el hoyo de la desolación vagabunda
de mi compungido ser.

Hoy salgo a pasear por dentro de mí
y danzo en un único recuerdo,
ese que alguna vez tuve
y ahora no tengo... El sueño.

Ayer me dolía sentir,
porque de conducta, adicción y apego,
no supe cómo subsistir
en el espejo crudo y fiel
que con ganas mostró mi malogrado reflejo,
y de nuevo, fracasé.

Mañana no sé si podré,
pero aún así mantengo la dicha
siempre a la expectativa
de que la muerte me visita,
o de todo lo que pudiera suceder.

Todo cambia, muta, gira,
pero vuelvo a sentir que quiero fallecer,
que entrego mi vida a la muerte
y espero ansiosa el rudo momento,
en el que mi alma desafortunada
se entregue a él.

Para recibir el castigo divino
o poder desprender mi esencia del cuerpo,
y viajar por doquier.

Para refugiarme en Antares
y convertirme en sueño carmesí,
y jugar mientras duermo
a que por fin vivo,
de la verdad de lo que es verdad,
y dejo atrás las noches en vela
que tanto me hicieron decaer.

Porque cuando llega la noche me ensimismo
en mi más profunda alegría,
siento que vivo, y deliro,
pero cuando se hace de día
mi alma se torna turbia,
y yo quisiera expulsar la agonía
de mis ojos cansados, pero abiertos,
llorando la desdicha y melancolía.

Extraño mi sueño
y no sé cómo recuperarlo
y de nuevo tenerlo.

Mi alma se envenena,
surgen las grandes penas
cuando el cuerpo pide vida
cansado para regresar al fracaso.

Así me paso noche y día
extrañando la oscuridad de mi alma,
de mis ojos cerrados en vida.

Pero no puedo.
Y nadie entiende,
sólo yo comprendo por qué quiero
ese glorioso momento
de mi fallecimiento.

Me desespero esperando
los años que por mí no cuentan,
que mi motivo de vida haya pasado
ya ese reloj de arena,
cruzando la gran barrera.

Paradoja que justo ahora
cuando tan dolida, agotada,
decaída y destrozada me encuentro,
para mi infortunio, no pueda hacerlo.

Aunque el tiempo cesará
y yo podré volver a mi estado natural
(seguro que me refugian en el tercer inferno),
pero me da realmente igual,
al fin podré descansar.

Así sea en la gracia o desgracia
de mi destino mal encaminado
desde que aquí he venido,
pero morir para descansar,
es lo único que deseo.

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