lunes, 12 de julio de 2010

Melodía prodigiosa, corona de laurel.

Qué lindas son las personas que con la vida no se destiñen;
sonatas armónicas que nunca pierden el tempo, su homónimo.
Aún cuando sus pentagramas execran alteraciones, y el barítono
reviva un silencioso acorde, y sin pensarlo genere un calderón.
Porque aunque sigan creando notas de paso, son también acentos;
canon de divinas figuras... De sueño, entusiasmo y amor pleno.

Qué nobles son las personas que no pierden su concerto de color;
apoyaturas en corcheas rayadas y notas escritas; dosillo de negra sonrisa.
Qué digno que se hallen en fuga con los pies desnudos, descalzos;
y a contrapunto de ventanas escondidas. Pianoforte hecho ave de paso.
Entes magestuosos dentro de sus mordentes de bellas negras
y de lindos intervallos... Cortos o largos, pero siempre asegurados.

Qué grandes son las personas que mantienen su orquesta
con el Oboe destilando armonía por cualquier lado del asfalto;
sin necesidad de agonías y fútiles melancolías, rompiendo olas,
generando algarabías con el corazón hecho todo un becuadratus,
que sin ánimos apresurados anda ya violento... Devorando penas
y tormentos ardientes, tragedias lejanas o cercanas; plus en sus da capos.

Quiero ser como aquéllas gentes que con acento definido divagan
entre el coro y el fagot... Siendo ópera y pandereta en divina percusión;
con sus sueños indefinidos contenidos en preciosas castañuelas
nadadoras de mil océanos. Viajes gloriosos en grupettos de sutilezas
hechos filarmónica -como la de Torino- untando alegrías infinitas,
rindiéndose a sus caprichos, pero con la morada fija en un familiar corazón.

Siniestra Nostram.

2 comentarios:

  1. ¡Hermosa partitura! Dan ganas de ir a Coda...
    Probaré a ver qué pasa. ¡Atentos, señores músicos!

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  2. ¡Anda...! Coda... Aparte del disco de Led Zeppelin, conozco a una banda mexicana bastante atractiva que se titula Coda, esperemos pues, sea la misma. Y que suene la música hecha armonía... Creo que la vida sin melodías no nos daría ni siquiera un atisbo de proximidad a Dios. Entonces, cuando caigo en la cuenta de que mis oídos escuchan, me es más que suficiente para sentir que merece la pena seguir viviendo.
    Gracias, Anónimo, por tu lectura y visita.
    (Suspiro y eterna sonrisa).

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