lunes, 12 de julio de 2010

Sarcasmos nocturnos.-

Hablemos de las travesuras que gritan, hundidas en deshonestidad;
del juego de palabras maltratado y obsesivo, con ruda compulsividad.
Ando harta del cansancio que se refleja en el espejo de mi morada;
el insomnio proscrito de mi irresoluta muerte me volvió a visitar.

Charlemos de la despreciable consciencia programada -furiosi, quizás-,
que con pérfidas y asesinas miradas lanza ráfagas de viento, gimiendo,
y arregla mi óbito como un vulgar ritual de miseria alegórica y pueril;
excremento de la vida, bazofia equívoca residente de un sucio bulevar.

Juguemos a que soy hoja de acero damasco cortando las caricias cínicas
que a mi poliedro concurren con sus lenguas bífidas, para acabarme,
alterando toda mi paradisiaca realidad. La que me acompaña en días
de comedia porque tiré los naipes adecuados, y supe jugar.

¡Oh! maldita sea mi vida y mis noches convertidas en sardónicos días;
anatema soy en mis almohadas y sucias sábanas de porquería hastiada.
Réprobas tormentas eléctricas generan mi condena, a solas, hundida,
cuando tengo el ojo a media asta y allí se queda; hendido en su desgracia.

Cenizas...

Siniestra Nostram.

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